domingo, 1 de enero de 2012

LIBERTAD, de Jonathan Franzen

Portada de Libertad, cuarto libro de Jonathan Franzen

La trama de Libertad, último libro de Jonathan Franzen, puede resumirse en el peculiar amor a tres bandas que sostienen durante décadas el matrimonio de los Berglund y el excéntrico músico Richard Katz. En el ínterin se percibe todo aquello que es materia del proverbial orgullo estadounidense de finales del siglo XX y principios del siglo XXI: democracia, clase media, autocomplacencia y desdén por la suerte del resto del mundo. El punto de inflexión, sin embargo, es un evento que cambiará para siempre las coordenadas de la historia, el atentado del 11 S.
A pesar de ello Libertad no aborda directamente el tema de los ataques del 2001, sino que retrata la sociedad que se configura antes del suceso y particularmente aquella que emerge después, poniendo énfasis en consecuencias como la polarización política y los extremismos, que introducirán en la cotidianidad de la sociedad norteamericana conceptos tan ambiguos como choque de civilizaciones, liberación del pueblo iraquí  y guerra contra el terrorismo.
La intención de Franzen es clara: narrar el mundo desde la posición de la familia blanca y acomodada, cuyas permisividades economicas harían palidecer de indignación al resto de los mortales. El resultado es curioso y a pesar de lo restrictivo del punto de mira, las páginas de Libertad resultan de lo mejor que se ha escrito a lo largo de esta década. El mundo entero cabe en la vida de Patty y Walter Berglund, de sus hijos Joey y Jessica, del músico Richard Katz –quien contraerá breves nupcias con una ecuatoriana de nombre Ellie Posada– y del variado entorno urbano y suburbano que los rodea, y que alberga por igual a supremacistas blancos, jóvenes progresistas, adinerados profesionales, fervientes defensores y opositores de la corrección política.
Es así como vamos desentrañando el carácter tímido y apocado de Patty Berglund, quien dedica su adolescencia entera a la práctica del baloncesto, hasta que una lesión la aparta de la misma. La violación que sufre a manos de un compañero y cuya denuncia será motivo de conflicto entre ella y sus padres, socios de la familia del agresor, delinea su carácter. El frustrado viaje que emprende junto a Richard Katz y del que emerge la relación con Walter, se convertirá en un hilo narrativo suelto que Franzen retomará cientos de páginas después para cerrar el círculo.
Walter Berglund, joven progresista, empeñado en resolver el problema de la superpoblación, cuyas resonancias malthusianas lo colocan siempre al borde de la incorrección política, sufre una constante mutación y dedicará su madurez a la paradójica fórmula de buscar apoyo para la preservación de una pequeña ave llamada la reinita cerúlea -que ilustra la portada de la novela-, mientras negocia la explotación minera a cielo abierto de millares de hectáreas.
Con Richard Katz nos encontramos, en cambio, frente a frente con el fetichismo roquero –guitarras eléctricas, anfetaminas, chompas de cuero-, es en su carne que se hace patente el doloroso proceso de relevo generacional y decadencia asociada a los productos de consumo masivo. Los constantes reveses, las idas y vueltas, los vacíos existenciales que atraviesa lo convierten en un ser escasamente confiable y lleno de arrebatos.
 Por las paginas de Libertad pululan varios de los arquetipos de la sociedad estadounidense: los jóvenes rubios que pasean por el mundo subidos a sus chancletas, las tarjetas de crédito, las corporaciones, los contratos millonarios, todo forma parte de este magnífico libro que parece haber esperado su momento –la era Obama- para pasar revista al pasado más inmediato.
Con Libertad Franzen, figura del Hay Festival de Cartagena, ha querido introducirse en la tradición de los escritores que buscan narrar de una vez por todas la gran novela norteamericana, y que abarca dos siglos en la historia de la literatura, iniciando con Moby Dick y que en décadas más recientes cuenta con verdaderos pesos pesados de la literatura, a saber, Saul Bellow, John Updike, Philip Roth, Toni Morrison. En esta obra Franzen bebe de las fuentes de las novelas decimonónicas del siglo XIX, en particular de Guerra y Paz, -que es citada varias veces mientras Patty Berglund se empeña en apurar su lectura justo antes de irse a la cama con Richard Katz-, para recrear un universo de eventos y personajes complejos, interrelacionados y caracterizados en una infinidad de detalles.

Franzen, como portada de Time, espacio que han ocupado escritores como Joyce, Nabokov o Toni Morrison

La palabra Libertad, el singular título de la obra, en la pluma de Franzen no deviene falazmente en un ideal, no es una conquista, es por el contrario la metáfora perfecta de una forma de vida compleja, enrevesada, ni buena ni mala, que está allí mismo y que debe pasar por el tamiz de la EXPERIENCIA LITERARIA para alcanzar el grado de comprensión que demanda cualquier acto humano.
La lectura es vertiginosa, escrita de forma compacta, con pasajes verdaderamente admirables –particularmente aquellos que hablan del encuentro de los personajes con su propia sexualidad-, Libertad sitúa a Franzen al frente de una magnífica generación de escritores norteamericanos, entre los que se encuentran el malogrado David Foster Wallace o Jeffrey Eugenides, herederos a su vez de autores de la talla de Tom de Lillo o de los citados Roth y Updike. En lo que refiere al capítulo de las críticas, Franzen ha despertado con su novela grandes simpatías y enormes ventas, pero también se ha hecho acreedor de encomiados enemigos, como el renombrado John Banville, autor de El Mar, novela que obtuvo el premio Booker del año 2008, quien en una entrevista se muestra marcadamente contrario al estilo Franzen y compara su obra con el papel para envolver los famosos bocaditos de comida rápida. 
Como sea, tanto por las posturas favorables como por las desfavorables, por los nombres que se alinean a un lado y al otro, no cabe duda que con este libro parece estar cocinándose algo importante en la literatura.
Hacia el final el texto se asoma a las puertas de la crisis económica, episodio que apenas deja entrever sus devastadoras consecuencias y que viene a ser, en tanto que contexto histórico de la publicación de la novela, una suerte de colofón redondo y perfecto de la época escogida por Franzen para insuflar de vida a sus personajes. No cabe duda que el mundo cambió a partir del 11 S y que lo hará en lo sucesivo, pero ese es un capítulo diferente, por lo que respecta al período que va desde los setenta hasta el primer año del gobierno de Obama, no cabe duda que Franzen ha logrado con Libertad un fresco barroco, totalizador y envolvente que nos acerca a la comprensión de una forma de vida, de una perspectiva del mundo -alguien se aventuraria a decir una weltanschauung- que excede con mucho los tópicos que se tienen de la sociedad estadounidense y que apuesta por narrar en palabras mayúsculas los avatares de la vida contemporánea.

Jonathan Franzen en su residencia de Nueva York

Dossier Franzen

Libertad, de Jonathan Franzen, Editado por Salamandra, 667 págs., puede encontrarse en Mr. Books, Librimundi o Libro Express, por 24,99 usd.


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