miércoles, 28 de diciembre de 2011

Michel Houellebecq, El mapa y el territorio

  Houellebecq y la potada de El mapa y el territorio

La trágica muerte de Michel Houellebecq, degollado junto a su perro, no parece conmover demasiadas sensibilidades y la vida del pintor Jed Martin -protagonista de la novela- continúa sin más alteraciones hasta que la policía empieza a frecuentarlo para recabar su versión de los hechos. Previo a su deceso, el escritor francés ha optado por una suerte de retiro monacal en el que apabullado por la depresión y la soledad, rodeado de libros y escribiendo -a pesar de todo esribiendo-, participa en la elaboración del catálogo de la peculiar obra de su alter ego pictórico.

Así es El mapa y el territorio de Michel Houellebecq, una superposición de elementos reales y ficticios que alternan entre sí sobre una superficie tambaleante, acuosa. Así es también, sin más, la vida cotidiana que acorde a su talante desenfadado el autor de Plataforma y Las Partículas Elementales, propone a sus infortunados personajes y hace extensiva a su legión de lectores. En su nueva novela, acreedora del Premio Goncourt, nos presenta una obra en la que pasa revista a la Francia contemporánea a partir de las exploraciones visuales que realiza el ya citado Martin cuyo único asidero en este mundo son las nada envidiables cenas navideñas que comparte con su padre, un afamado arquitecto. Lo que sucede después, el salto al éxito, un par de tórridas aventuras, el comercio millonario de obras artísticas, nos permite recorrer los pasillos de la visión fatalista y pragmática que ya es marca de la casa.

En efecto, Houellebecq se mueve con ligereza cuando se trata de explorar zonas densas y propone una disección de la vida contemporánea que suele acabar de las formas más insospechadas. En todo ello, hay que mencionarlo, la ironía juega un papel relevante, aunque en esta ocasión parece hacerlo dentro del terreno de la corrección política y no ofrece pábulo a mayores polémicas. Es así que el mundo del arte y sus infinitas muestras e instalaciones que pululan sin cesar por salas y galerías se desnuda en manos del escritor francés y nos muestra su lado menos conmovedor y más comercial.

De ello cabe inferir que no es anecdótico, sino más bien simbólico, el asombro que siente el protagonista, cuando en la presentación de su obra observa a numerosos desconocidos cruzando palabras ante sus cuadros y fotografías, mientras que él mismo, siguiendo a pies juntillas las indicaciones de la directora de comunicación de la galería -una mujer de gafas gruesas y aspecto de lesbiana intelectual, apunta desdeñoso Houellebecq-, es forzado a mantenerse en el más odioso de los silencios. Su obra no le pertenece, ha mudado de corteza aún antes de cambiar de manos y son los especialistas, los curadores, quienes tienen la última palabra.

El título no deja lugar a dudas, es la posibilidad de la representación, de la mutación que sufren los objetos en tanto que motivo de estudio, -el mapa reinventa el territorio- la que actúa en el centro de la obsesión de Jed Martin y le provee sus numerosos éxitos. Primero se trata de una serie de fotografías sobre pernos, llaves y tuercas, luego, empleando el mismo lente de la cámara, una exposición alrededor de los mapas y las guias Michelin -aquellas que distinguen a restaurantes y establecimientos con las famosas y ansiadas estrellitas-, luego los numerosos cuadros hiperealistas de personalidades como Steve Jobs y Bill Gates. Es, no obstante, hacia el final de su vida, y del libro, que Martin formula una brevísima e interesante forma de abstracción artística, al valerse de numerosas bandas video -como las llama- para crear amplios planos en cuya exposición los "objetos industriales parecen ahogarse, gradualmente sumergidos por la proliferación de capas vegetales...
...A veces dan la impresión de debatirse, de que intentan volver a la superficie; después los arrastra una ola de hierbas y hojas, se hunden en el magma vegetal, al mismo tiempo que su superficie los disgrega y revela los microprocesadores, las baterías, las tarjetas de memoria..."


Hoeullebecq se muestra feliz encarnando el infaltable papel de enfant terrible de las letras francesas

En la obra de Houellebecq el mundo se muestra descompuesto, fracturado, adverso, arrasado por numerosas crisis. Y es desde la perspectiva de la voz narrativa -situada varios años en el futuro- que todo parece despeñarse en el abismo o rehacerse al último minuto. Finalmente los objetos, las instituciones, todo -excepto los ínfimos proyectos vitales de los habitantes de este planeta-, permanece y avanza en un curioso devenir circular.

Houellebecq juega a dos bandas con la idea de su propia muerte, primero planteando el escabroso asesinato de su avatar literario y luego imponiendo a Jed Martin un destino laxo y reposado, -que puestos a hablar en serio parece más el final apropiado de un escritor tan misántropo como lo es él mismo-. Y desarrolla a partir de ello una de los temas más relevantes de su literatura, el de que toda vida encierra en sí misma una oportunidad -y una sola- de interpretar y habitar el mundo. Nada invalida una existencia, ni el hedonismo, ni la saciedad, ni la depresión, ni la violencia, ya que después de ello simplemente no existe nada.

La suya, sobre todo en este libro, es una literatura utilitaria, nada barroca ni preciosista, y durará seguramente lo que dure el mismo Houellebecq, quien con sus aspavientos y polémicas es el vehículo más apropiado para la puesta en movimiento de los engranajes editoriales -no olvidemos que durante semanas, justo después de la publicación del texto, el mismo autor anduvo desaparecido, sin dar señales de vida, en el preciso instante en el que empezaban a difundirse detalles de su obra y se conocía poco a poco, y a veces entre nerviosas sonrisitas, la terrible muerte de su personaje-. Houellebecq lo ha hecho de nuevo, ha ampliado la legión de sus fervientes seguidores y ha obtenido a la par enormes ganancias, tal como le sucede a Jed Martin con sus cuadros, otorgando con ello y con su imprescindible aura de enfant terrible, una sólida e inapelable victoria al pragmatismo que nos invade.


El mapa y el territorio, de Michel Houellebecq, Ed. Anagrama, 377 págs. Puedes encontrarlo en Mr. Books del Quicentro por 34,40 usd.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Los libros del 2011

 Mis lecturas preferidas durante el 2011

A continuación un breve repaso a las mejores lecturas del 2011, nótese que me refiero a aquellos textos que por diversas circunstancias llegaron a mis manos y dejaron una huella imborrable en mi personalísimo mapa literario:
  1. Libertad, de Jonathan Franzen.
  2. Ilustrado, de Miguel Syjuco.
  3. El grito silencioso, de Kenzaburo Oe.
  4. El mapa y el territorio, de Michel Houellebecq.
  5. Herzog, de Saúl Bellow.
  6. Auto de fe, de Elías Canetti. 
  7. La Enfermedad, de Alberto Barrera Tyszka.
  8. Retorno a Brideshead, de Evelyn Waugh.
  9. El Mar, de John Banville.
  10. La soledad de los números primos, de Paolo Giordano.

Estoy leyendo: Tal día como hoy, de Peter Stamm, Librimundi del Quicentro, 27,15 usd.

LOS LÍMITES DEL CUERPO EN EL CUENTO “LA DOBLE Y ÚNICA MUJER” DEL ESCRITOR PABLO PALACIO

Resumen: El presente ensayo tiene como objeto realizar una lectura del cuerpo y su inscripción en el discurso de lo marginal, a...