sábado, 19 de febrero de 2011

ILUSTRADO, de Miguel Syjuco

El autor filipino Miguel Syjuco y su aclamada novela traducida a 19 idiomas


Existe algo de Roberto Bolaño en ILUSTRADO del autor filipino Miguel Syjuco. De Bolaño y por añadidura de Borges, hay que decir. Ambientada durante buena parte en una ciudad de Manila en la que se agolpan los vehículos, el ruido pulveriza cualquier proyecto personal, el caos agota el paisaje y un peculiar exotismo como de postal cinematográfica invade las esquinas. Los relatos, metarrelatos y juegos literarios abundan para recrear un panorama basto del único país hispano de Asia. Hispano, en efecto, como México o Argentina, porque hay que decir que el autor tiene, al parecer, un gran afecto por Latinoamérica y una gran admiración y conocimiento de su literatura. Una buena mañana Crispín Salvador, tal es el nombre del personaje central, aparece flotando sobre las orillas del río Hudson tras pasar largos años de exilio en Nueva York y justo antes de publicar su novela "Los Puentes en Llamas", dejando a su público y en particular a su discípulo Miguel Syjuco -arropado por el aura de ser a la vez creador y creatura- relamiéndose por conocer los detalles de la que estaba destinada a ser la obra máxima de la literatura filipina.

¿Literatura filipina? En efecto, una materia complicada incluso para el experto que deberá consultar manuales y textos especializados, pero que con Ilustrado alcanza un lugar propio en la geografía literaria. Familias poderosas, caudillos trasnochados, retazos del colonialismo español y del norteamericano, esperpento político y ensordecedor agobio ambiental, pero también risa, ironía, ingenio y habilidad. El mismo nombre de la novela nos da pistas para desentrañar el carácter estático y anquilosado que impera en la clase intelectual y las instituciones filipinas -impagable la secuencia montada alrededor de una infructuosa tertulia literaria-: Ilustrados, en español, son los intelectuales que abandonaron el país asiático para recibir la formación racionalista y conservadora del siglo XIX europeo y que de vuelta a su tierra se posicionaron ventajosamente en la administración del estado.

La trama de la novela puede resumirse, sin ánimo de revelar ningún detalle comprometedor, en la siguiente línea: el exilio y silencio de un escritor, una obra perdida, tragedias familiares, búsqueda agotadora y agobiante de los vestigios evanescentes de la identidad. Demasiadas coincidencias para pasar de largo respecto de la influencia -reconocida abiertamente por Syjuco- de autores bastante difundidos en este rincón del mundo. Si con Los Detectives Salvajes y con 2666, novelas igualmente fragmentadas, Bolaño alcanzaba la gloria póstuma, con Ilustrado que lleva la fragmentación hasta el delirio, Syjuco logra hacerse con la admiración unánime de la crítica, llevándose el Man Asia Literary Prize y el presitioso Palanca Award. "Puedo asegurar que muy pocas veces he tenido plena certeza de que no me equivocaba, de que Miguel Syjuco era el joven autor de una novela que sería importante  y marcaría un hito en la gran historia de la literatura universal", ha señalado por su parte Beatriz de Moura, Editora de Tusquets, cuya página web nos ofrece gratuitamente las primeras 40 páginas del libro.

A manera de repaso sobre la memoria de una largo retazo del siglo XX, -para los filipinos la centuria de los colonialismos, la invasión japonesa, los movimientos revolucionarios, la dictadura de Marcos, el advenimiento de Corazón Aquino-, se desprende uno de los hilos narrativos, que al igual que la técnica tan célebre de los vasos comunicantes empleada asiduamente por Mario Vargas Llosa, procura un avance acompasado y simétrico de las diferentes tramas sin dilatar innecesariamente el ritmo. Historia de un país, a la vez que relato personal, uno de los párrafos que captura de mejor manera esta visión superpuesta -y a la vez poética- de la historia filipina, en voz de Crispín Salvador, y de Miguel Syjuco cabe recalcar, es el siguiente:

Los soldados se detuvieron en seco al ver a mi madre salir a la puerta armada con lo más potente que encontró a mano: la antigua escopeta de caza de mi abuelo (...) Mamá levantó el arma y apuntó hacia ellos. Pero la escopeta se encasquilló y los japoneses estallaron a carcajadas. Entonces se acercaron a ella, uno bajando la bayoneta y el otro desabrochándose ya la correa. Mientras Lena y Narcisito se quedaban expectantes en la puerta, yo me arrojé al frente, con mi cuerpecito de ocho años, para interponerme entre los japos y mi madre, y exclamé a voz en grito, en nipongo, con palabras que ignoraba que supiera: "yagate shini / Keshiki ha miezu / semi no koe". Dos de los soldados se echaron a reir y siguieron avanzando hacia nosotros. El de la espada, sin embargo, pensativo de pronto, los detuvo a voces. Los tres se dieron la vuelta y se perdieron de vista en el bosque que se extendía a espaldas de la casa. Sólo años más tarde recordé que aquellas palabras eran un haiku de Basho, que había aprendido cuando niño: "Nada en el canto / de las cigarras / apunta a que la muerte las ronde".   (Crispín Salvador, Autoplagiario, página 1063. Miguel Syjuco, Ilustrado, página 306)

Portadas de las ediciones española, norteamericana, sueca, australiana y canadiense de Ilustrado

Traspasada de ficción, la vida del propio Miguel Syjuco -el verdadero Miguel Syjuco- nos parece sacada de una novela. Nacido en 1975, original de Manila y heredero de una importante dinastía política que ha ocupado altos cargos en diferentes gobiernos de las islas, parecía destinado a suceder a su padre al frente de los negocios familiares y de sus intereses políticos, pero una oportuna decisión lo llevará a estudiar literatura inglesa en una universidad local y a continuar su preparación al otro lado del mundo, en la universidad de  Columbia. Sus prácticas en las revistas The New Yorker y The Paris Review, como lector de manuscritos, lo acercan al centro mismo del proceso creativo y lo devuelven a la senda de su vocación primordial. Fruto de ello son los complejos personajes que pululan por sus páginas, empezando por el propio Crispin Salvador y pasando por la vedette Vita Nova. Los Puentes en Llamas, Seis Vidas Vividas, El Hijo Pródigo, Manila Noir, son las numerosas obras ficticias que sirven de soporte para el avasallante desarrollo, por más de 350 páginas, de una trama que en el capítulo final dará un vuelco sorprendente.

Entretanto las traducciones y los reconocimientos se multiplican. Invitado en el reciente Hay Festival de Cartagena, la figura de Miguel Syjuco fue ensalzada como una de las mejor valoradas por el público, recibiendo el calor y apoyo de la gente que ha tomado nota de su obra y lo acoge como uno de los nuestros: un verdadero autor hispano. Lo cierto es que a día de hoy, este escritor asiático, de nombre español, apellido japonés, establecido en Canadá y que puede leerse ya en 19 idiomas, parece llevar en los genes las claves de la literatura del futuro: hibridismo, mestizaje y fragmentación.

Con Miguel Syjuco, la literatura tiene una apuesta segura a largo plazo. Según ha trascendido se encuentra trabajando ya en su segunda novela que versará sobre una familia muy similar a la suya: enorme, caótica y comprometida políticamente, lo que vale decir propensa al caos y la corrupción. Resulta difícil pensar que repetirá el éxito alcanzado con su ópera prima, porque Ilustrado es el resultado de la total madurez de un motivo vital que estalla encontrado el cauce apropiado: la estructura, la forma, el lenguaje. En literatura el paso del tiempo resulta siempre favorable, impone ritmos dilatados y dota de perspectiva y serenidad a la trayectoria de cualquier autor. Hay que aguardar ansiosamente su segundo libro, pero también con sobriedad. Lo mejor de Syjuco llegará, sin duda, a lo largo de las próximas décadas y quizá ayude a confirmar el singular aunque nada disparatado vaticinio del periódico ingles The Times, según el que "a diferencia del infortunado Crispin Salvador, Miguel Syjuco quizá se alce, algún día, con el Premio Nobel de Literatura".

ILUSTRADO, de Miguel Syjuco, 31,80 usd en Mr. Books del C.C: El Jardín.

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